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Pascual Baburizza, el Benefactor

Texto: “Empresarios en la Historia”, 28 abril 1995, (47–48)

Pascual Baburizza Soletic (1875 – 1941) nació el 28 de abril de 1875 en Kolocep, una pequeña isla dálmata de la región de Dubrovnik – en el mar Adriático -, que mas tarde sería Yugoslavia y actualmente Croacia.

Provenía de una familia de pequeños empresarios pesqueros. Su padre, Iván Baburica, además de dedicarse al cultivo de un pequeño terreno, era dueño de un barco pesquero en el que salía trabajar con su hijo Pascual los fines de semana. Sin dejar de lado sus estudios, el joven comenzó a trabajar a temprana edad en el comercio local, que entonces era próspero y activo.

Cuando cumplió 17 años y tras de infructuosos intentos por encontrar una actividad donde desarrollar sus aspiraciones, decidió emigrar a América. Diversas circunstancias lo traen al norte de Chile, donde se encontró con numerosos compatriotas comerciantes, siendo fácil para él emplearse en una ferretería primero, y luego en una mercería.

Remigio Gazzari, alto ejecutivo del ferrocarril salitrero de Iquique, al ver su capacidad de trabajo, lo invitó a ser su socio en el abastecimiento de carne. Rápidamente se hizo un experto en el negocio tomando a su cargo el suministro del producto a gran parte de las oficinas salitreras del interior de Iquique.

Las comunas de la región salitrera lo autorizaron a para establecer un pequeño matadero particular en una intersección de caminos. Personalmente acudía a los fundos de Aconcagua, O`Higgins y Colchagua para seleccionar el ganado que posteriormente ofrecería. Al darse cuenta que en los trenes y vapores en que transportaba el ganado no alimentaban bien a los animales, puso especial cuidado en compensar a los propios vagoneros para que así lo hicieran. Pero al aumentar la demanda, buscó una mejor manera de resolver este problema.

Es así que, asociado con Ricardo Saa, adquiere un conjunto de campos ubicados entre Vallenar y Freirina, que llamó “Haciendas Unidas del Valle del Huasco”, destinados a la producción de alfalfa para la engorda de sus animales, que vendía a buen precio a las salitreras, donde era ocupada la tracción animal para las faenas de transporte del caliche y de los empleados. Además, amplió la variedad de productos que en ellas se producía fabricando quesos, y plantando árboles frutales para abastecer con fruta seca al norte del país. Más tarde, transfirió estas propiedades a la Sociedad Agrícola de Ñuble y Rupanco, en la que invirtió buena parte de su capital. Allí criaba ganado de excelente calidad que trasladaba primero a fundos arrendados entre esa zona y Santiago, y después a Atacama. Posteriormente se dedicó con más energías a la compra de terreno para dedicarlos a la ganadería, para así engordar el ganado que importaba de Argentina.

Dispuesto a iniciarse en los negocios a gran escala, en 1910 se asocia con el empresario yugoslavo Marcos Cicarelli para la explotación del salitre. El Banco de Chile, al enterarse de que éste había iniciado negocios salitreros con Cicarelli, le ofreció la responsabilidad de los créditos de la “Compañía Salitrera Progreso”, cuya mala administración financiera había contribuido a la liquidación del Banco Mobiliario, cuyos pasivos y activos estaban bajo la tutela de la entidad bancaria. Sin vacilaciones aceptó el desafío formando la sociedad “Baburizza, Lukinovic y Compañía”, que tomó las oficinas de la salitrera “Progreso”.

En junio de 1914, al comenzar la Primera Guerra Mundial, Baburizza continuó produciendo salitre y lo almacenaba, hasta que en abril de 1915 se re – inició la compra de salitre por países europeos demandando más de este producto. Como en el intertanto la Sociedad había comprado la Compañía salitrera “Lastenia”, pudo satisfacer esta alta demanda.

A principios de 1920, Baburizza intuye que deberá tomar algunas medidas para paliar la inquietante situación por la que atravesaba el mercado comprador del salitre chileno. Junto a sus socios, José Lukinovic, Francisco Petrinovic y Remigio Gazzari, inició un proceso deconcentración de la propiedad en el área minera, y fusionó las empresas bajo su control – ocho en total – con la Compañía de Salitres de Antofagasta.

A fines de la década del 20, esta sociedad controlaba más del 20% de las ventas del mineral. Pascual Baburizza lideró este exitoso proceso financiero ocupando 5 veces la presidencia de la sociedad, y aunque el número de sus socios aumentó a un número considerable, era el accionista principal. La empresa tenía su oficina matriz en Valparaíso, con sucursales en Santiago, Antofagasta, Mejillones, Coquimbo y una oficina en Londres.

Su capacidad creativa y financiera le permitió formar en 1917, simultáneamente con sus otras labores, el Banco Yugoslavo de Chile. El movimiento principal del Banco estaba estrechamente ligado a las actividades salitreras. Sin embargo, terminadas éstas, el banco entró en liquidación.

Paralelamente, al término de la Primera Guerra Mundial entró en la actividad naviera asociándose con los hermanos Mihanovic, quienes tenían una poderosa empresa naviera en Buenos Aires. Con ellos organizó la Compañía de Navegación Yugoslavo – Americana, que se fusionó después con una importante Compañía yugoslava, dando origen al Lloyd Yugoslavo. Esta Compañía, que llegó a tener 24 barcos de carga, tuvo como presidente a Pascual Baburizza. Además, tenía presencia en la minería del carbón, cobre y oro en Chile, y plata y estaño en Bolivia. Junto a ello, tenía participación en 3 empresas petroleras. En el sector construcción, realizó las obras del muelle del puerto salitrero de Antofagasta, caminos, puentes, ferrocarriles, etc.

Finalmente, también concentró esfuerzos en el rubro maderero, formando la Sociedad Nacional de Bosques y Maderas, cuyo giro principal fue la producción de maderas elaboradas de exportación. Durante su dilatada trayectoria fue director de muchas asociaciones y benefactor de diversas instituciones. Además, donó a la Municipalidad de Viña del Mar la piscina Agua Santa y el tranque Loa.  A la Sociedad Química y Minera de Chile donó el Parque El Salitre, con el fin de hacer de él un centro experimental agrícola. Su colección de Arte la dejó al Museo de Valparaíso. En agosto de 1941 falleció aquejado de una grave enfermedad pulmonar. Por voluntad testamentaria, todo lo que poseía en la Compañía Agrícola San Vicente (6.5%) lo destinó a la Fundación del Instituto Agrícola Pascual Baburizza, el cual es una escuela técnico-profesional.